lunes, 17 de diciembre de 2012

El embrujo del pueblo Indalo




             Relato fantástico basado en hechos reales

En mi vida he oído contar historias fantásticas de todo tipo y me he dejado llevar  por la imaginación y  la atmósfera del  momento; me inquietaban pero no les dí excesivo crédito, esa es la verdad…Siempre pensé en la sugestión e incluso en la histeria colectiva para hallar una explicación a cualquier relato de esta índole.
Sin embargo, esta opinión cambió tras mi visita al pueblo Indalo un verano del 98. Tres amigos y yo, habíamos decidido pasar allí unos días, aprovechando las vacaciones estivales; no conocíamos el lugar y a priori parecía un lugar privilegiado de la costa almeriense. Nunca después hemos vuelto allí, tras aquella corta estancia y los inquietantes acontecimientos vividos...
Decidimos alquilar una casita a las afueras del pueblo, cerquita de la playa y lo primero que hicimos al llegar, fue quedar con el propietario. Nos citó en la capital cercana y  tras una presentación que se nos antojó corta y precipitada, nos entregó sus propias llaves de la casa de alquiler; nos comentó que eran las únicas de que disponía pues los anteriores inquilinos se habían marchado días antes de lo previsto, sin avisarle y no devolviéndole las suyas.
No le dimos mucha importancia al asunto ni volvimos a pensar en ello pues, tras más de siete horas de viaje, solo pensábamos en llegar y descansar un rato.
La casa resultó ser un dúplex precioso y de un blanco encalado que relucía con el ardiente sol de la costa. Poseía dos plantas, un garaje al que se accedía desde el salón de la casa y un solárium al que se accedía desde uno de los dormitorios en la planta superior.
Al llegar, metimos el coche en el garaje donde unos cuantos “ cachivaches “ mugrientos, esparcidos por el suelo, hacían presagiar el poco amor por el orden y el concierto por parte de su propietario; pero nada anormal que nos pudiera sorprender…
Entramos después en la casa, donde todo parecía en su lugar y decidimos el reparto de habitaciones: Dos eran los dormitorios dobles, separados por un cuarto de baño, que habría que compartir. Cada pareja entramos en nuestra habitación y comenzamos a deshacer las maletas. Comenzábamos a guardar la ropa en los armarios, cuando de pronto, mi amiga nos llamó a voz en grito desde el dormitorio contiguo al nuestro. Había descubierto en un rincón de su armario, una caja abierta, llena de ropa y había decidido hurgar un poco: Se trataba de unas sábanas estampadas de color azul, en las que se divisaba una gran mancha de sangre que ocupaba las tres cuartas partes de la tela. Lo primero que hicimos fue llamarle la atención, pues su curiosa naturaleza y viva imaginación nos había metido ya en más de un comprometido aprieto; después intentamos tranquilizarla, dejando la ropa de cama de nuevo en su lugar de origen. Tras visitar el resto de la casa, decidimos ir a la playa a darnos un baño y de regreso al atardecer, nos dirigimos   al pueblo con intención de cenar.

El centro del pueblo distaba unos dos Kilómetros de la casa y nos pareció interesante acercarnos hasta allí, dando un paseo. Se respiraba un agradable olor a buganvilla y las casas empezaban ya a mostrar en sus balcones y muretes las misteriosas flores blancas que solo dejan verse al caer el sol. No recordaba el nombre de esa mágica flor y cuando le pregunté a mi amiga por ello, alguien tras de mí me susurró “ Es la dama de noche “;  me giré de inmediato para agradecer la información y descubrí sorprendida que no había nadie tras de mí.- ¿Habéis escuchado eso? ¿Me habéis contestado vosotros?- pregunté… ¿ Qué cosa? – dijeron al tiempo -  Ninguno de ellos contestó pues ninguno conocía el nombre de la flor; cuando les comenté lo sucedido, supusieron que alguien me lo habría soplado al escucharme desde el otro lado de algún murete… ¡Qué no ,caramba! grité yo - había alguien tras de mí pues fue un susurro; acto seguido me giré de nuevo, descubriendo tras de mí al final de la calle, una silueta de mujer que, vestida de blanco hasta los pies, me sonreía dulcemente.¡ Mirad, allí! -Grité alterada, señalando – pero cuando todos volvieron la cabeza, la silueta había desaparecido… Creí morirme, pero los tres bromearon con el inquietante nombre de la dama de noche que, probablemente, me habría hecho sugestionarme hasta creer verla ante mí. Como nunca creí en fantasmas, decidí olvidar el tema y divertirme con mis amigos en el pueblo.
La vuelta, transcurrió sin incidentes de manera que no volví a pensar en ello. Dormimos como lirones pues el trayecto del  viaje nos había reventado y a la mañana siguiente, no pensábamos más que en dorarnos al sol y bañarnos en la playa.
El segundo día de nuestra estancia, algo llamó mi atención: Cuando bajamos al garaje para coger el coche - Pues habíamos organizado una excursión al atardecer para visitar los pueblos aledaños -  observé la presencia de un mono de trabajo azul, tirado encima de los cuatro trastos viejos que vimos amontonados el primer día; junto a él, aparecía también una gran pala con restos de tierra. Los demás, no le dieron importancia; pensaron que yo estaría equivocada y  que tal vez el mono y la pala siempre habrían estado allí sin reparar en ello el día de nuestra llegada. Empecé a pensar que alguien más tenía llave de la casa y había entrado en el garaje quien sabe con qué propósito.  No me quise inquietar pues mis amigos no lo estaban y continué divirtiéndome, no pensando más en dicho incidente.
Esa noche, alterada quizás por los  anteriores acontecimientos, di varias vueltas en la cama y presa de un sudor frio tuve  horribles pesadillas; me desperté en cierta ocasión al escuchar un ruido que provenía de la cocina: Primero, escuché el leve sonido del agua al caer cuando se llena un vaso y  a continuación, un ligero golpecito como si alguien dejara el vaso apoyado sobre la mesa o encimera. Imaginé que alguno de mis amigos habría bajado al piso inferior para beber pues no era de extrañar debido al bochorno de la noche almeriense. Cerré los ojos de nuevo, tranquilizada al escuchar a alguien desvelado como yo,  logrando por fin conciliar el sueño. A la mañana siguiente, les conté mis desvelos a mis amigos y quise saber intrigada quien había bajado a la cocina para beber agua. Ninguno de los tres confesó haber bajado ni haberse despertado en toda la noche; pensaron que esa escena la habría soñado ó lo que es peor habría formado parte de alguna de mis pesadillas. Me hicieron dudar por un momento, pero aún hoy día estoy segura de lo que oí en la  oscuridad aquella noche...


Nuestra tercera estancia, transcurrió sin incidentes, pero en la mañana de nuestro cuarto día allí, algo nos perturbó a todos. Encontramos junto a la puerta principal de la casa, un periódico local que nadie supo cómo pudo haber llegado hasta allí. Lo hojeamos con detalle, esperando encontrar alguna curiosidad del lugar y en efecto lo encontramos: Allí, en la segunda página y con letras en relieve, aparecía un titular que decía “ La historia de la dama del pueblo Indalo”; Me estremecí al recordar mi encuentro con aquella silueta salida de ningún sitio y dejé escapar un grito ahogado cuando vi su estampa impresa en el papel. ¡ Era ella, la misma figura que vi la primera noche de nuestra llegada al pueblo!. Pensé que los demás se burlarían, pero al leer la historia fantasmagórica que relataba el artículo, una exclamación salió también de la garganta de mi amiga: La historia contaba como una chica del pueblo Indalo había sido engañada por su novio días antes de su boda, pues ella quería conservarse casta y pura hasta el matrimonio; ante la negativa de ella a entregarse a su amado, éste decidió dejarla, casándose después con otra y desapareciendo de su vida. Ella le imploró amargamente pero él la rechazó cruelmente burlándose y diciéndole que moriría vieja y fea sin haber conocido el amor. Ella nunca le olvidó y en su locura, decidió desde aquel día vestirse de blanco toda entera y salir todas las noches – al igual que la bella flor estival-  e ir al encuentro de su amado, recorriendo las calles del pueblo. Contaban que así fue hasta el final de sus días pues murió de pena y sola. Desde ese día, su triste historia, recorrió la comarca y comenzó a hablarse del fantasma de una joven novia rechazada que se aparecía por el pueblo todas las noches y se la representaba como una dama vestida de blanco hasta los pies, con una larga y blanca cabellera hasta la cintura, portando una guadaña en la mano – Pues cuentan que ella prometió a su amado amor eterno y esperarlo hasta la muerte -…  
Mi amiga se llevó las manos a la boca conteniendo una exclamación, pues contó que  la noche anterior,  pensando que fue en sueños, vio a esta misma mujer sujetando una guadaña en su mano derecha y que bajando desde el solárium, atravesaba su habitación, como alma en pena. Dicho esto y muerta de miedo, subió acto seguido a su cuarto, conmigo detrás, para comprobar que el pestillo de la puerta que accedía al solárium seguía abierto; lo cerró súbitamente, jurando no dejar la puerta abierta nunca más al anochecer. Nuestros amigos no dejaban de reírse no creyendo ni una palabra de la historia “ficticia” según ellos, que el periódico contaba ni por supuesto de nuestras experiencias relatadas.
 Pura coincidencia – dijeron ambos – la  mente es poderosa y la imaginación aún mayor…¡Por favor!, debéis relajaros y seguir disfrutando …
-¡Vale, vale! está bien- Dije yo-  pero algo raro pasa por aquí y no son invenciones nuestras; ya son muchas coincidencias, ¿No os parece?…
Planeamos ir a nadar un poco, pero antes estuvimos haciendo fotos por toda la casa para llevarnos un recuerdo del lugar, del jardín, la piscina, la terraza, subiendo finalmente al solárium desde donde podía verse el pueblo con toda claridad, con la torre de la iglesia al fondo y su enorme reloj…
Al día siguiente, pusimos rumbo al centro para hacer algo de compra pues, tras cinco días,  la comida comenzaba a escasear. Bajamos al garaje a buscar el coche cuando de pronto:¡Oh no, no puede ser!  Nos percatamos que tanto el mono azul como la pala sucia habían desaparecido. Buscamos entre los trastos y allí no apareció nada…
-Comienzo a estar un poco asustada – dijo mi amiga - 
-Y yo harta pues se están agriando nuestras cortas vacaciones - añadí yo - …
Vamos al pueblo y no pensemos en ello- Dijeron ellos- ; no sabemos qué puede pasar pero está claro que nadie ha entrado en la casa o al menos nadie nos ha atracado. Lo comentaremos con el propietario cuando le devolvamos las llaves de la casa; alguna explicación habrá… 
Hicimos nuestras compras como estaba previsto y una vez allí se nos ocurrió la idea de revelar las fotos que hasta el momento nos habíamos hecho, incluyendo las de la casa del día anterior. Nos acercamos a una tienda del pueblo y mientras revelaban el carrete fuimos a merodear por las calles de piedra. Se nos hizo algo tarde y fuimos a todo correr a buscar nuestras fotos, decidiendo verlas tranquilamente en casa.
Después de comer, mientras reposábamos tranquilamente en la terraza, comenzamos a verlas emocionados. Al llegar a las fotos que nos hicimos en el solárium, destaqué algo, imperceptible en la primera pero muy remarcable en las dos fotos siguientes, que me hicieron saltar de la silla, asustando a los demás: Junto a nosotras y en  todas las fotos que hicimos en ese lugar de la casa,  aparecía la misma joven de blanco que ambas creíamos haber visto en distintas circunstancias. Aparecía con el cabello blanco hasta la cintura y la misma guadaña en la mano derecha. Creí ver en la otra mano un ramito de flores blancas semejantes a las llamadas la dama de noche.
Los cuatro nos miramos sin dar crédito preguntándonos por qué ese espectro nos seguía y qué buscaba de nosotros… En ese momento, mi amiga y yo decidimos no pasar ni un día más en ese embrujado lugar.
Al entrar a la casa, escuchamos un ruido proveniente del garaje. Bajamos con sigilo y al acercarnos, descubrimos en el suelo junto al montón de cosas, un retrato polvoriento en un marco envejecido de plata vieja; probablemente descolgado de alguna escondida pared pues nadie hasta ahora lo había descubierto; en la foto aparecía una joven de dulce sonrisa, apoyada en el muro de una antigua azotea; desde ella se avistaba el pueblo y con toda claridad se divisaba al fondo, la torre de la iglesia con su enorme reloj…
¡No había duda!, la foto estaba hecha desde aquella misma casa que nosotros habitábamos y la joven no era otra que la dama de blanco cuyo espectro nos seguía desde que pusimos un pié en este lugar. Llegamos a la conclusión que la tal dama habitó años atrás en esta parte alejada del pueblo y en esta misma casa donde ahora se erigían modernos adosados de cemento y hormigón. Lo que no lográbamos comprender  es lo que quería de nosotros o que trataba de mostrarnos. Pensamos que quizás quería avisarnos de un peligro o asustarnos para alejarnos de allí. Si era esto último, había conseguido su propósito pues teníamos la clara intención de hacer las maletas para huir de allí al día siguiente.
Cogimos el mapa de ruta, pensando en desviarnos hacia algún otro lugar cercano donde terminar nuestras vacaciones; al abrir por la página del lugar, vimos una gran mancha roja rodeando una población cercana, muy conocida por sus pintorescas y ancestrales cuevas… La mancha parecía sangre pero no acertamos encontrarle ninguna explicación. Aprobamos continuar por la costa y con esa idea nos fuimos a la cama.
Presa de la sugestión o el miedo, esa noche se me antojó que los perros  ladraban con más fuerza que nunca y que el aroma de la dama de noche era más intenso colándose en nuestra alcoba desde la madrugada. Las horas fueron eternas manteniéndonos en un duermevela hasta el amanecer…
A la mañana siguiente, mientras hacíamos nuestras maletas, una llamada de teléfono nos asustó; resultó ser el propietario de la casa alertándonos de su visita esa misma tarde junto a la policía municipal; según nos explicó, habían encontrado un cuerpo sin vida en una de las cuevas del pueblo vecino y tenían que registrar la casa para encontrar alguna prueba del crimen… Esto era así, porque la joven hallada muerta, era la mujer que, junto a su pareja, se había alojado en nuestra misma casa días antes de nuestra aparición. Tras relatarle nuestros hallazgos inexplicables del armario y el garaje, aunque sin dar detalles de nuestras fantásticas experiencias, le indicamos la intención de abandonar la casa. Metimos, pues, la llave bajo el felpudo y tras coger las maletas huimos de allí como alma que lleva el diablo…
Días después y ya de vuelta en Madrid, conocí con detalle la noticia en los diarios: Una joven, había sido apuñalada por su novio en el solárium de una casa, a las afueras del pueblo Indalo, donde estaban veraneando; tenían pensado celebrar su boda dias después a la vuelta de sus cortas vacaciones … Lancé un grito ahogado pues, sin duda, se trataba de nuestro solárium y de aquella casa nuestra que había pertenecido tiempo atrás a la joven dama de blanco ...

© Vegalur


















                                    


sábado, 1 de diciembre de 2012

Parece que fué ayer...


... Y ya han pasado veinte años ( Dedicatoria )


 
Un dia tal como hoy de hace 20 años, unos ojitos vivos se clavaron en mí al ver la luz por primera vez... Le costó salir, pero el espíritu de lucha que le infundió el dios Marte le dió fuerzas para aferrarse a la vida con coraje y ¡¡¡De qué manera !!! Estaba decidida a no perderse ni un minuto de ella  y creo que hizo bien porque la suerte le ha venido de cara desde entonces; y quizás merecidamente por su alegría natural , vitalidad y el buen rollo que infunde a todo el mundo ...
Hoy has pronunciado un ¡ Por fín 20 años ! con ganas de empezar la década de la maravillosa juventud y comerte el mundo. He sonreido al escucharlo porque hay cosas que no cambian... Digo esto, porque me ha venido a la cabeza la misma frase que yo en su dia dijera al cumplir los mismos veinte. Recordé que guardaba como muestra un poesia que escribí, como homenaje al ansiado día  y,  decidida, subí al trastero para recuperarla. Hoy se la leí a mi hija, quién me pidió emocionada, que la publicara en mi blog como recuerdo de este gran día para ella.  ¡ Felicidades Helena ! Sigue sonriendo a la vida como lo haces, por siempre jamás...

( He aqui la poesia que aún conservo, en papel amarillento, envejecido por los años )

¡ Por fín ! ya he cumplido veinte años ! ,
veinte años tan deseados para mí y al mismo tiempo tan temidos,
aquí quisiera estacionarme,
parar el reloj del tiempo...
¡Imposible,! , ¡Qué idealismo !
el tiempo no perdona y su guadaña aparece amenazante cuando menos te lo esperas
apremiándote, acosándote, advirtiéndote...
que los dias se te agotan ,
las horas, los minutos, los segundos y...
¡Ya , ya llegó !,
¡ Qué tonta ! no me he dado ni cuenta
¡Cuántas promesas incumplidas!
¡ Cuántos planes incompletos !
¡ Cuántas cosas por hacer ...! pero
¡No importa, calla !,
oigo los pasos del tiempo que se acerca
lentamente, anunciando más, más,
que hay más tiempo para mí,
para llenarlo de mis sueños , ilusiones e ideales ,
pero escucha
la guadaña me lo advierte:
Qué aproveche, ¡ No te duermas !
porque el tiempo no perdona y...

¡ Me queda tanto por hacer ...!

© Vegalur


                                                                                                                         01/12/2014