sábado, 26 de marzo de 2016

Los golpes del silencio

Sentada en la cocina , sumida en sus pensamientos, suspira aliviada pues su amo y señor hoy se levantó " de buenas ":
La noche fue complaciente , olvidando por momentos el dolor de su calvario.
"Me quiere" susurra para sí, mientras dura la pasión y él lame sus heridas , fruto de la furia del día anterior.
Verdugo de sus días, carcelero de sus noches, prisionera en la guarida del mismo Satanás...
Se olvidó de reír, se olvidó de soñar, apenas si recuerda aquellos años felices de ilusión y frenesí.
El descanso del guerrero es la paz de su armonía y entre las cuatro paredes, solloza en silencio por no despertar al monstruo de su corto letargo.
Cuántas veces él le imploró perdón, susurrándole al oído dulces engañosas palabras de amor. Ella le creía, excusando cada golpe, cada insulto, expiando falsas culpas, esperando un nuevo amanecer...
Ya han pasado doce años y ha perdido la esperanza, la ilusión, las ganas de vivir. Solo bebe de la pena y come del desamor. Dejó de lado familia, amigos y mucho sueños por cumplir.
De nadie escucho consejos, no lograron abrir sus ojos.
El su refugio, él su obsesión, él su tortura, él su destrucción...
Hoy le ha pedido un beso por derramar un poco el café: la leche se tornó en vino y el beso en un nuevo moratón; esta vez ha ido más lejos y exaltada grita ¡BASTA!, más el tirano se rebela, levantando  más la mano y con mayor intención.
Herida en cuerpo y alma, encogida queda en el suelo, sin socorro del cobarde que se aleja enmudecido por ocultar su vergüenza...
Sin fuerza apenas se arrastra, llegando hasta el teléfono y descolgando el auricular, logra marcar dos números, su tabla de salvación: Primero, el de la cordura, para proteger su vida; segundo el de la esperanza, para salvar su dignidad y con ella, curar las heridas de su dolido corazón.
Armada de valor, sin prisa pero sin pausa, prepara su maleta junto a un pequeño billetero que, cauta guardaba, esperando la ocasión...
Sale de la casa dejándola vacía de recuerdos, sin nota de despedida, sin pistas, ningún reproche ni explicación.
Moja la alianza en el café dejándola aparcada junto al cuerpo del delito y deja la puerta tras de sí, abierta de par en par, como homenaje a su recién estrenada libertad.
Ya en la estación respira abiertamente cogiendo el tren, que en unas horas, podrá cambiar el rumbo de su destino...

© Vegalur    


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