Tu noble y limpia mirada,
no exenta de fiereza,
causó en mi ser arrebato,
cautivándome su belleza.
Tu elegante compostura
y delicados movimientos,
me hicieron adivinar
tu sencillez, sin aspavientos.
Fiel siempre a tu manada,
aunque de libre pensamiento,
no admitiste coacciones
rebelándote, sin miramiento.
Hidalgo de mente fría,
más cálido en los afectos,
me hiciste tu Dulcinea
con tus encantos por defectos.
Me vi enredada en tu luna,
sin apremio ni seducción;
me vi amarrada a tu pecho,
con sosegada y dulce pasión.
Fuiste siempre mi amigo,
mi amante y mi consejero;
y aún siendo una loba indómita,
no pude negarte el “si quiero”.
Discreto y muy reflexivo,
sensato en forma y en juicios;
maestro del guante blanco,
dominas tus santos vicios.
Admiro tu contención,
tu templanza y tu paciencia;
tu calmas mis enojos,
y me amas con sana demencia.
Detrás de esta inquieta loba,
impetuosa y vehemente,
se esconde un mágico lobo,
patriarca, leal y
valiente…
©Vegalur
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