miércoles, 6 de enero de 2021

Mi adorado perro verde

 Esta primera fábula del año forma parte de mi tercer libro recién acabado, aunque aún inédito, y que lleva por título: "Humor de fábula". 



                Corrían los 80 cuando Marmaniac llegó a mi vida

y rápido lo adopté, pues me gustaba la <<movida>>.

 

Nuestro encuentro fue casual en el foro madrileño;

otros perros me ladraban, pero él puso más empeño.

 

Clavándome su mirada, me quedé por él cautivada:

flechazo a primera vista, más me hice la despistada.

 

Después de algún tropezón congeniamos fácilmente;

tras meses de adaptación, el amor ya fue inminente.

 

Nos fuimos acostumbrando uno al otro, paso a paso,

 pero un día por sorpresa nos gustó compartir el raso.

 

Nos fuimos a vivir juntos a un lindo piso sin vistas,

pero estaba junto al parque, lejos de las autopistas.

 

Más tarde aflorarían muchas de nuestras lindezas:

Manías, tocs, obsesiones, fobias y varias rarezas...

 

Tras años de convivencia mi perro cambió de color:

se fue volviendo algo verde y NO por falta de amor.

 

Era un compañero fiel que cuidaba bien de la casa;

con él yo estaba tranquila y, esto, no es para guasa.

 

Cierto es que su carácter se modificó algunas millas;

sus neuras por doquier me sacaban de mis casillas.

 

 Ahora le veía gruñón, cabezota, estricto, austero…

yo era una incomprendida en ese mar de febrero.

 

Más el paso del calendario puso todo en su lugar:

 tampoco yo era perfecta y no muy fácil de aguantar.

 

Un día que, agitada, corrí a encerrarme en el baño,

al mirarme en el espejo sucedió algo muy extraño:

 

Mi cara se había tornado de un ligero color verde,

  igualito al de mi perro y... ¡¡¡La ira casi me pierde!!!

 

Desde entonces somos uno, acordes e inseparables,

procurando tolerar más y siendo algo más adaptables.

 

<<El refranero que es muy sabio, elocuente y muy sensato,

   acierta al decir: Cada uno, halla la horma de su zapato>>.

 

©Vegalur

 

 

 

  

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