Pececitos
de colores, habitantes del fondo del mar;
son
la alegría del huerto, en su mundo tan singular.
Del
planeta, el más azul y también más misterioso;
de
belleza sin igual, pues es variopinto y grandioso.
Todos
campan allí, compartiendo juegos y danzas;
ocultos
entre arrecifes de corales, hacen chanzas.
Son
una familia grande, muy especial y hedonista;
forman
un grupo exótico, expresivo y policromista:
Tenemos
al pez payaso, bromeando a todas
horas,
al
pez loro que no calla y, al ángel, que no ignoras.
Hay
un pez mariposa, un siamés y un pez arlequín;
un pez disco,
un pez lija y un amarillo pez mandarín.
También
uno que se hincha, conocido como el globo;
otro
es un arco iris, otro un sapo y
otro un pez lobo.
Unos
son venenosos como el pez león o escorpión
y
otros son algo feos como el pez gota
y el borrón.
Los
hay con rayas y manchas como los peces ballesta,
obesos
como el pez luna y el cofre con forma de cesta.
Raritos
son el pez hacha, el diablo, o el pez piedra;
además
del pez linterna, el pez pipa y el pez sierra.
Ideal
es el hipocampo, único por su forma de equino;
fascinante
es el pez abuela , bicolor,
brillante y divino.
Su
océano es inmensa pecera, sin límites ni fronteras;
los peces en él son libres, pues no existen las barreras.
Este
paraíso de agua, tan sorprendente y atractivo,
es, para los humanos, un pasatiempo muy
adictivo.
Quisiera,
por un momento, poder ser un pez de mar:
por contemplar tanta belleza y con la tierra comparar.
©Vegalur
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